viernes, 8 de febrero de 2019

Vino tinto, pan y salchichón


Placeres simples

     Hay quien dice que el lujo supremo está en la emoción por el placer simple, y si esto es cierto, no lo es menos que comida y emoción constituyen un binomio perfecto. Sabores, aromas y texturas son sustantivos concretos, que nuestros sentidos captan y que debemos aprender a llenar de contenido con una infinidad de adjetivos que los diferencian. Una gran variedad de sabores, aromas y texturas que se reparten por toda la geografía terrestre y que como si de un mapa se tratase, podemos recorrer con nuestros cinco sentidos. Respirar aires, paladear tierras y conocer costumbres y culturas.
     Pero comer es mucho más que un placer y una necesidad. Hemos oído mil veces frases del tipo: "el hombre es lo que come" y, aunque todos sabemos que esto es bien cierto, pocas veces nos paramos a pensar de qué forma nuestros sentimientos, nuestra forma de actuar y por supuesto nuestra salud, están condicionados e incluso definidos por lo que comemos y por el modo en que lo hacemos.
     La evolución de la ciencia nutricional, las dietas y los hábitos alimenticios saludables son cada vez más valorados como factores que pueden ayudarnos a prevenir muchas enfermedades.
      Así de sencillo y maravilloso es el universo gastronómico al cual podemos acceder. Hoy todo está más cerca. Los medios de transporte y las técnicas de conservación han revolucionado el mundo de la alimentación. Personas y sociedades están dispuestos a probar comidas radicalmente distintas a las de su cultura.
     Comer bien, o mejor dicho, simplemente comer o el modo en que se come, dice mucho de cada ser humano. Habla, lamentablemente y sobre todo, de su riqueza o pobreza, habla de su educación y su cultura, de su sociedad o de su religión, y lo hace respondiendo a ¿cómo, dónde y qué se come?

     Pero este tráfico global de alimentos como de personas, unido a otros factores como son: el ritmo de vida, la falta de tiempo, las presiones de la industria alimentaria, entre otros, trae consigo consecuencias no deseables. Comidas más simples, fast-food, y en general una clara regresión gastronómica. Comer se está convirtiendo en una mera operación de reabastecimiento.
     En este contexto, las ciencias nutricionales y nosotros mismos nos preguntamos ¿qué van a comer nuestros hijos o nietos? La respuesta no es, en mi opinión, muy alagüeña, y corresponde a la familia, la escuela y a los medios de comunicación evitar que el problema siga aumentando y que los niños dejen de comer lo que quieren, como quieren y cuando quieren.
     Dicho todo esto: en Gastrosofía Manchega nos declaramos activistas del slow-food, de la comida de mamá, de las mesas familiares y de amigos, de sus charlas y sus risas, del vino y de la música. Y modestamente queremos ofrecerles algunas de las cosas que nuestra comarca produce y que están muy indicadas para tal fin.